sábado, noviembre 19, 2011
El Clásico del Astillero: una visión española
Publicado a las 2:29:00 p. m. por webmaster
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Tomado de El Enganche
La documentación, ese medio enriquecedor y globalizador que ha tenido que luchar ante los avances tecnológicos por subsistir en nuestras vidas, atestiguan que el conquistador Gonzalo Pizarro recibió una carta desde la Isla de Puná firmada por su consejero Diego de Vásquez. Éste, ambicioso primero y ruin después, le aconsejaba construir galeras para sus expediciones, poniéndole los bosques de la Isla y sus indios a entera disposición. Por entonces, el enclave para todas estas embarcaciones que tomaron vida una década después, era Guayaquil, situada en la región litoral de Ecuador. Maderas de máxima flotabilidad, resistencia y flexibilidad, que agradecía la presencia de mano de obra cualificada y hábiles constructores de embarcaciones de gran maniobrabilidad.
La concatenación de estos elementos, generó un incremento industrial masivo que, a su vez, derivó en una clara afirmación rescatada por el Rey Don Carlos III: “Guayaquil es el mejor astillero que se conoce en toda la costa del mar Pacífico”. La historia muestra que aquella carta fue determinante para el desarrollo no solo de la Real Audiencia de Quito, sino del Virreinato de Lima y de la Corona Española. Hoy, la estampa más social y la que mayor concomitancia guarece de aquellos belicosos días, es la que plasman Barcelona Guayaquil y Emelec sobre un campo de fútbol, englobando a las dos aficiones más poderosas del país. El partido más importante de la ciudad, de Ecuador y de la ‘Perla del Pacífico’. Es, el ‘Clásico del Astillero’.
La concatenación de estos elementos, generó un incremento industrial masivo que, a su vez, derivó en una clara afirmación rescatada por el Rey Don Carlos III: “Guayaquil es el mejor astillero que se conoce en toda la costa del mar Pacífico”. La historia muestra que aquella carta fue determinante para el desarrollo no solo de la Real Audiencia de Quito, sino del Virreinato de Lima y de la Corona Española. Hoy, la estampa más social y la que mayor concomitancia guarece de aquellos belicosos días, es la que plasman Barcelona Guayaquil y Emelec sobre un campo de fútbol, englobando a las dos aficiones más poderosas del país. El partido más importante de la ciudad, de Ecuador y de la ‘Perla del Pacífico’. Es, el ‘Clásico del Astillero’.
Y es que ambos inician su larga leyenda no sólo en la misma época (Barcelona 1925, Emelec 1929), sino ya anclados a una rivalidad con un símil común inseparable y perpetuo, el puerto. Los canarios, fruto de un grupo de amigos de familias humildes con orígenes catalanes, no dudaron en tomar como modelo el nombre y el escudo del club al que animaban desde la distancia (FC Barcelona), engendrando el primer gran club de la ciudad en la esquina de la Escuela Modelo Nueve de Octubre, situada en pleno Barrio del Astillero de Guayaquil. Los eléctricos, apenas un par de calles más arriba, levantaron la competencia gracias a la aportación determinante del empresario norteamericano George Capwell, líder de la Empresa de Electricidad del país.
Compartiendo tantos sentimientos, se hacía imposible evitar la enemistad y aunque es cierto que en sus primeros envites no existían grandes alicientes por vencer al ‘vecino’, tras aquél estreno en 1943 (denominado desde entonces como ‘clásico de los postes’) y el 4-3 final, empezó a considerarse como duelo estrella a nivel nacional. Emelec sí logró crecer, progresar y ampliar fronteras como institución, construyendo un estadio propio mientras Barcelona tenía que ocultar su rol alternativo. En 1948, el diario El Universo denominó por vez primera al choque como ‘Clásico del Astillero’ y, desde entonces, con la llegada del profesionalismo y la competitividad en el fútbol ecuatoriano, las hostilidades se han ido multiplicando.
Compartiendo tantos sentimientos, se hacía imposible evitar la enemistad y aunque es cierto que en sus primeros envites no existían grandes alicientes por vencer al ‘vecino’, tras aquél estreno en 1943 (denominado desde entonces como ‘clásico de los postes’) y el 4-3 final, empezó a considerarse como duelo estrella a nivel nacional. Emelec sí logró crecer, progresar y ampliar fronteras como institución, construyendo un estadio propio mientras Barcelona tenía que ocultar su rol alternativo. En 1948, el diario El Universo denominó por vez primera al choque como ‘Clásico del Astillero’ y, desde entonces, con la llegada del profesionalismo y la competitividad en el fútbol ecuatoriano, las hostilidades se han ido multiplicando.
Justo un año después, en 1949, se disputó uno de los más recordados pues, con una clara victoria de barcelona por tres goles, se cortó la luz. La reanudación fue una losa y Emelec logró la osadía de empatar, provocando incluso protestas de la afición canaria en la sede eléctrica (pues, evidentemente, la electricidad procedía de allí, base de su rival).
El primer clásico una vez superado el amateurismo, llegó en 1963 (2-0 para Emelec) y salvo en la década de los 80, cuando si existió cierto dominio global de Barcelona (los amarillos), la equidad ha sido máxima. Imborrable el recuerdo del primer choque en Copa Libertadores en 1967 (3-0 para Emelec) pero, sobre todo, el de 1988. En el estreno del Monumental como nuevo estadio de los amarillos, un cuadrangular contra FC Barcelona (el español), Peñarol y Emelec como invitados, acabó en una finalísima entre rivales ecuatorianos. Los azules llevaban años sin levantar cabeza pero aguaron la fiesta de su ‘fronterizo’ con un 1-0 que, a la postre, dio energía a unos y desmoralizó a los otros hasta voltear por completo la clasificación del campeonato aquella campaña. El más exótico de todos ellos se dio en 1992, cuando se disputó nada menos que en el Downing Stadium de Nueva York (1-0 para Emelec).
Y en todo clásico, hay personajes históricos. La máxima leyenda ‘astillera’ Lupo Quiñones, capaz de marcar trece goles en estos duelos con la arriesgada osadía de hacerlo con ambas camisetas. Manuel Uquillas, sólo vestido de amarillo, le secunda con once dianas. Pero el registro más singular y cómico lo ostenta siendo Francisco Aníbal Cibeyra, mito desde que convirtiera tres goles olímpicos en tres clásicos consecutivos jugando con Emelec.
Este sábado (22:30 hora española), las dos grandes masas futbolísticas del país intentaran recuperar sus mejores galas, pues Barcelona no consigue levantar el titulo desde 1997 y Emelec desde 2002. Los barcelonistas apuran opciones para seguir camino a la Copa Libertadores y los eléctricos, que sí levantaron el vuelo tras salir primer clasificado en la primera etapa (el formato en Ecuador es a dos etapas y una tercera para definir los cuatro primeros puestos), aún pueden alcanzar otra vez el liderato en esta segunda vuelta. Cierto es que ambos han perdido crédito en la última década ante el poderío de LDU Quito, Deportivo Quito o El Nacional, pero la máxima equidad entre los dos enemigos es máxima. Será su duelo número 193, con la curiosidad de que ambos ganaron 58 partidos y quedaron empatados en los 76 restantes. Datos, cifras y detalles de un clásico menos mediático en Europa pero que reclama atención con fervor, el que siempre se respiró en el Astillero.
Este sábado (22:30 hora española), las dos grandes masas futbolísticas del país intentaran recuperar sus mejores galas, pues Barcelona no consigue levantar el titulo desde 1997 y Emelec desde 2002. Los barcelonistas apuran opciones para seguir camino a la Copa Libertadores y los eléctricos, que sí levantaron el vuelo tras salir primer clasificado en la primera etapa (el formato en Ecuador es a dos etapas y una tercera para definir los cuatro primeros puestos), aún pueden alcanzar otra vez el liderato en esta segunda vuelta. Cierto es que ambos han perdido crédito en la última década ante el poderío de LDU Quito, Deportivo Quito o El Nacional, pero la máxima equidad entre los dos enemigos es máxima. Será su duelo número 193, con la curiosidad de que ambos ganaron 58 partidos y quedaron empatados en los 76 restantes. Datos, cifras y detalles de un clásico menos mediático en Europa pero que reclama atención con fervor, el que siempre se respiró en el Astillero.