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jueves, mayo 23, 2013

Escoria futbolística I: Liga Delictiva Universitaria

Publicado a las 1:45:00 p. m. por webmaster

Nuestro fútbol, el incontestable rey entre los deportes que se miran y se practican en el Ecuador, está lleno de historias geniales, detalles irrepetibles, pasiones, emociones y personajes entrañables que lo hacen único. Que lo convierten en esa la fuente irreemplazable de pasiones, alegrías y entretenimiento de cada fin de semana.

Sin embargo, nada es perfecto. Ni siquiera nuestro querido Campeonato Nacional, que poco a poco ha ido perdiendo su espontaneidad e inocencia, para caer en las manos de quienes, con mucha astucia y poca moral, lo han convertido en un negocio privado, en donde lo único que importa es ganar, sin importar si se transgreden las leyes del país o los derechos de otras personas. Claro, si el mandamás del fútbol ecuatoriano apoya la inmoralidad con su silencio cómplice, nada más importa.


Ese es el caso de Liga Deportiva Universitaria de Quito, club fundado hace varias décadas en la capital de la República. Su historia puede resumirse así: desde su nacimiento, y durante gran parte de su vida institucional, fue un equipo ‘ascensor’, con muy pocas glorias en cuanto a jugadores o títulos, que solo estaba en capacidad de ofrecerle a su ínfima hinchada, como alegría máxima, la permanencia en la Serie A.

Parecía que las cosas no iban a cambiar. Pero algún dirigente ‘azucena’, hace no muchos años, se dio cuenta de que la moral no es obligatoria para el manejo de un club de fútbol, y de que es posible ganar con artimañas, siempre y cuando cuentes con el respaldo del oscuro individuo que maneja el torneo a su antojo.


De esta forma, lo que era un simple equipo de fútbol sin pena ni gloria, pasó a convertirse paulatinamente en una guarida, en la que se brindaba refugio a todo tipo de sujetos indeseables, cuya notoriedad se basaba en el cometimiento de delitos varios, dejando lo futbolístico en un segundo plano (aunque sin desmerecerlo del todo, en algunos casos).

Año tras año, hemos visto desfilar por los oscuros callejones del ‘liguismo’ a violadores (Franklin Salas), agresores-casi-homicidas (Roberto ‘Chorrillano’ Palacios, Carlos Espínola, Agustín Delgado), ‘cowboys’ urbanos, que no dudan en sacar un arma, apuntarla e incluso dispararla contra gente inocente (Neicer Reascos), golpeadores de mujeres (otra vez, Agustín Delgado), drogadictos (Miller Bolaños), asesinos sobre ruedas (Álex Bolaños), ladrones de identidad (José Tenorio y Ángel Cheme, que contribuyó al robo del Título 2010 usando su alias “Gonzalo Chila”), coyoteros (Álex Escobar), extranjeros falsificadores de documentos (Alexander ‘paisa’ Domínguez), agresores y amenazadores de árbitros (José Francisco Cevallos), evasores de impuestos (Juan Carlos Oblitas), y otros tantos, sobre los cuales han basado, descaradamente, los pocos y pasajeros éxitos que han conseguido en los últimos años.


El caso más reciente, de poca trascendencia mediática gracias a que los perio-hinchas adictos a ligay contribuyeron “generosa y desinteresadamente” a minimizarlo, se dio hace pocos días, cuando se descubrió un nuevo caso de suplantación de identidad en filas ‘azucenas’. Un jugador recientemente ascendido al primer equipo, conocido como Jorge Leonel Quintero, que jugaba como juvenil por tener –supuestamente– 18 años, resultó ser Eris Segundo Quintero Mercado, un tipo de 24 años que en realidad es el hermano de quien prestó su identidad para esta nueva trampa auspiciada por ligay. Si, auspiciada. O qué, ¿alguien les cree cuando dicen que no sabían nada? Si el jugador hubiese resultado ser talentoso, y su dirigencia descubría la ‘sapada’ antes que la prensa, ¿iban a hacer algo al respecto, como despedir al jugador, por ejemplo? Basándonos en la experiencia de lo ocurrido con Chila/Cheme, diría que no.


Pero tanta corrupción difícilmente podría limitarse solo a los jugadores. Para mantener el ‘status quo’, es necesario que la dirigencia del equipo, e incluso la de la FEF, también se contagien. Los primeros, guardando silencio cuando les conviene, amparando y defendiendo a los infractores cuando su delito es descubierto, abogando ante la Ecuafútbol para que sus sanciones sean mínimas o inexistentes, y permitiéndoles seguir en el equipo (¿alguien dijo “Patricio Torres”?). Los segundos, simplemente cerrando los ojos, otorgando indulgencias y perdonando cualquier falta cometida por un jugador ligay, sin importar qué tan grave sea –siempre y cuando cuenten con el voto favorable de la dirigencia ‘enfermera’ en cada elección–, para que a todo el país, especialmente a los afectados por tantas irregularidades, les quede bien claro que SE CAGAN EN TODO Y EN TODOS.


¿Y los hinchas? Obviamente que también fueron contagiados. Los que van al estadio, que son pocos y se dedican a guardar silencio durante los partidos e insultar a los jugadores, DT y dirigentes tras el pitazo final, se han convertido en una especie de mini-pandilla, que ataca sin motivo a personas indefensas –niños, jóvenes, mujeres– que caminan solos o en grupos pequeños, por el simple hecho de vestir la camiseta del equipo contrario. Aprovechando su superioridad numérica, los cercan, los golpean y, en muchos casos, los atacan con armas cortopunzantes, habiendo llegado al punto de cometer homicidios en nombre de una supuesta “pasión” o “rivalidad”. Caso remarcable es el del hincha de El Nacional, menor de edad asesinado en esas circunstancias por los seguidores de un equipo que, como era de suponerse, no recibió sanción alguna, así como tampoco la recibe cada vez que sus noveleros se agreden entre sí en los graderíos del estadio, o arrojan proyectiles pequeños, medianos, grandes, ¡UNA LLANTA DE AUTO! al campo de juego. ¿Sanción a los responsables? ¿Suspensión al estadio? Mientras Chiriboga esté al mando de la FEF y cuente con el voto de los Paz, eso no va a pasar.


¿Pero por qué la dirigencia ‘bordadora’ optaría por refugiar a individuos de ese tipo? ¿Qué ganaría con eso? Es simple: por ser ligay un equipo sin mística, sin historia, sin trayectoria ni prestigio, la dirigencia consideró importante fabricar todo eso artificialmente. Cambiar la imagen de un equipo intrascendente –y con fama de maricón–, otorgándole una identidad ficticia, una imagen de equipo rudo, peligroso, maloso, al cual todos los demás deberíamos temer con solo oír su nombre –y, por extensión, el de su hinchada–. Es decir, algo que nunca tuvo y que sigue sin tener, pese a que las irregularidades en Liga Delictiva Universitaria nunca se detienen. Un ejemplo claro de que, en el fútbol ecuatoriano, la escoria puede hacer lo que le dé la gana, quedar impune, y seguir teniendo muchas posibilidades de triunfar. Como en la política. Como en todo. Así es vivir en el Ecuador de hoy.



Comunidad azul



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