lunes, diciembre 02, 2013
Delirio en Portoviejo: la inolvidable jornada azul en el Reales Tamarindos
Publicado a las 10:22:00 a. m. por webmaster
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Como si hubiera marcado el gol decisivo de una final, se tiró al césped, de espaldas, con la cara mirando al cielo. Su compañero se lanzó sobre él, abrazándole. No eran jugadores del Emelec, sino hinchas extasiados que invadieron la cancha para sumarse a una vuelta olímpica histórica.
Se acabó la agonía. Once años de frustración terminaron ayer con la consecución de la estrella número once.
Ocurrió en Portoviejo, una ciudad de hinchada muy azul, que acogió la cita decisiva entre el 'Bombillo' y el Manta. Los azules necesitaban un punto y esta vez no fallaron.
El equipo que dirige Gustavo Quinteros conquistó la gloria rodeado de su propia hinchada, que engalanada para la ocasión, ocupó las inmediaciones del estadio Reales Tamarindos desde la madrugada.
Se acabó la agonía. Once años de frustración terminaron ayer con la consecución de la estrella número once.
Ocurrió en Portoviejo, una ciudad de hinchada muy azul, que acogió la cita decisiva entre el 'Bombillo' y el Manta. Los azules necesitaban un punto y esta vez no fallaron.
El equipo que dirige Gustavo Quinteros conquistó la gloria rodeado de su propia hinchada, que engalanada para la ocasión, ocupó las inmediaciones del estadio Reales Tamarindos desde la madrugada.
A las 11:45 apareció en el palco Nassib Neme, presidente del cuadro 'eléctrico'. Fue recibido por centenares de hinchas que se pusieron de pie y lo aplaudieron. Sonriente, alzó el pulgar en señal de victoria.
Incapaz de contenerse con el título tan cerca, el propio Neme no tardó en unirse a los saltos y cánticos de sus devotos, mientras sacudía el puño.
Quince minutos después llegó el autobús del equipo. Para entonces, la estoica afición estaba ya achicharrada por un sol inmisericorde. Los bomberos se unieron a la celebración refrescándoles con sus cañones de agua desde la banda.
Cerca de las 13:00, salió a calentar en un espacio saturado de reporteros gráficos y otras personas ajenas al equipo, bajo los aplausos de todo el estadio.
Pero el estallido absoluto se produjo cuando el equipo, ayer de gris, salió para jugar. Mientras el Manta, teórico local, fue recibido con silbidos, el Emelec lo fue con una lluvia de papeles de colores y humo de bengalas.
Cada jugada arrancaba ensordecedores 'uys' de miles de gargantas. 'Uys' de emoción, como cuando 'Stracqua' rozó el gol nada más empezar, o de nervios, como cuando Márquez superó a Dreer con una vaselina que salió fuera por poco.
Se fueron haciendo más comunes los primeros, animando a una hinchada que por momentos bajaba su intensidad. Y así siguieron hasta que al borde del descanso una patada a Valencia en la cara dentro del área desató la locura absoluta. Un penalti que olía a título, pero que Stracqualursi falló.
Incapaz de contenerse con el título tan cerca, el propio Neme no tardó en unirse a los saltos y cánticos de sus devotos, mientras sacudía el puño.
Quince minutos después llegó el autobús del equipo. Para entonces, la estoica afición estaba ya achicharrada por un sol inmisericorde. Los bomberos se unieron a la celebración refrescándoles con sus cañones de agua desde la banda.
Cerca de las 13:00, salió a calentar en un espacio saturado de reporteros gráficos y otras personas ajenas al equipo, bajo los aplausos de todo el estadio.
Pero el estallido absoluto se produjo cuando el equipo, ayer de gris, salió para jugar. Mientras el Manta, teórico local, fue recibido con silbidos, el Emelec lo fue con una lluvia de papeles de colores y humo de bengalas.
Cada jugada arrancaba ensordecedores 'uys' de miles de gargantas. 'Uys' de emoción, como cuando 'Stracqua' rozó el gol nada más empezar, o de nervios, como cuando Márquez superó a Dreer con una vaselina que salió fuera por poco.
Se fueron haciendo más comunes los primeros, animando a una hinchada que por momentos bajaba su intensidad. Y así siguieron hasta que al borde del descanso una patada a Valencia en la cara dentro del área desató la locura absoluta. Un penalti que olía a título, pero que Stracqualursi falló.
El gol no llegaba, pero tampoco importaba, porque bastaba con el empate a cero. A diez minutos del final, la afición empezó a celebrar esporádicamente un título que ya rozaba con los dedos.
Los segundos fueron cayendo lentos, pesados, estirándose como si fueran horas hasta silenciar el ímpetu de la gente.
Así, en un silencio expectante, se consumió lo que quedaba de partido. Un silencio que rompió para siempre el pitido del árbitro, acompañado por un estallido de felicidad en el que se ahogó la frustración de once años. Inmediatamente empezó la esperada vuelta olímpica, a la que se unieron decenas de seguidores que tumbaron las vallas e invadieron la cancha.
Los segundos fueron cayendo lentos, pesados, estirándose como si fueran horas hasta silenciar el ímpetu de la gente.
Así, en un silencio expectante, se consumió lo que quedaba de partido. Un silencio que rompió para siempre el pitido del árbitro, acompañado por un estallido de felicidad en el que se ahogó la frustración de once años. Inmediatamente empezó la esperada vuelta olímpica, a la que se unieron decenas de seguidores que tumbaron las vallas e invadieron la cancha.
Los campeones celebraron la estrella once multiplicados por cien, fundidos en el abrazo incontenible de unos hinchas que los aplastaban con su alegría. El color de cancha cambió su verde habitual por el azul de miles de camisetas. Un azul del que ayer se tiñó todo Ecuador, saludando, al fin, la victoria de su nuevo campeón.
Fuente: Expreso