domingo, septiembre 20, 2015
"¡Qué clásico más feo!"
Publicado a las 4:30:00 p. m. por webmaster
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Editorial de Ricardo Vasconcellos. Publicado por El Universo.
Mendigos del fútbol con sueldos europeos son hoy los actores de los antes emocionantes Clásicos del Astillero que forjaron en muchos niños y jóvenes de mi generación, y de otras generaciones, el amor por el balompié.
Hace años, muchos años que no veía un partido de fútbol tan feo como el del último clásico que, para variar, terminó sin goles. Con Luis Cachito Ramírez y Pepe Macías nos preguntábamos: ¿y estos son los que ganan tanto dinero sin saber parar un balón ni dar un pase a dos metros? Cuando se forme la Liga Profesional, libre de la maléfica influencia de la Federación Ecuatoriana de Fútbol, los dirigentes de los clubes tendrán que sincerarse y poner fin a la inflación de los sueldos que benefician a verdaderos ‘paquetes’ nacionales y extranjeros.
Las remuneraciones son exorbitantes para un fútbol de tan baja calidad y para jugadores que en otra época no habrían pasado el examen en las ligas de novatos, pues los habrían echado de La Atarazana o del Jockey Club.
Aquellos clásicos llenos de emociones, vividos con pasión no solo en las gradas, sino también en la cancha, han quedado en la historia. Aquella historia que odian los ‘periodistas’ modernos y que tratan de desacreditar a cada paso. Hace algún tiempo leí una frase de Pablo Picasso quien decía: “Para ser un pintor de calidad hay que tener una importante carga de pasado”. En el periodismo también. Lo que ocurre es que para apreciar las lecciones de la historia, hay que leerla e interpretarla. Hay que tener inteligencia, cultura general y sensibilidad y lo que el ‘periodismo’ deportivo moderno tiene es una grabadora. Hay excepciones. Conozco algunos jóvenes interesados en explorar el pasado, en conocer la historia, aparte de leer libros como los de Eduardo Galeano, Juan Villoro, Jorge Valdano, Ángel Cappa y un periodista de la década de 1960 que nunca pasará de moda, Dante Panzeri, autor de dos libros que son magistrales: Fútbol, dinámica de lo impensado y Burguesía y gangsterismo en el deporte. Panzeri era un crítico ácido, comprometido solo con la verdad. Por eso lo echaron de El Gráfico, revista que en una época apoyó a la dictadura militar argentina y al gangsterismo grondonista.
Hace años, muchos años que no veía un partido de fútbol tan feo como el del último clásico que, para variar, terminó sin goles. Con Luis Cachito Ramírez y Pepe Macías nos preguntábamos: ¿y estos son los que ganan tanto dinero sin saber parar un balón ni dar un pase a dos metros? Cuando se forme la Liga Profesional, libre de la maléfica influencia de la Federación Ecuatoriana de Fútbol, los dirigentes de los clubes tendrán que sincerarse y poner fin a la inflación de los sueldos que benefician a verdaderos ‘paquetes’ nacionales y extranjeros.
Las remuneraciones son exorbitantes para un fútbol de tan baja calidad y para jugadores que en otra época no habrían pasado el examen en las ligas de novatos, pues los habrían echado de La Atarazana o del Jockey Club.
Aquellos clásicos llenos de emociones, vividos con pasión no solo en las gradas, sino también en la cancha, han quedado en la historia. Aquella historia que odian los ‘periodistas’ modernos y que tratan de desacreditar a cada paso. Hace algún tiempo leí una frase de Pablo Picasso quien decía: “Para ser un pintor de calidad hay que tener una importante carga de pasado”. En el periodismo también. Lo que ocurre es que para apreciar las lecciones de la historia, hay que leerla e interpretarla. Hay que tener inteligencia, cultura general y sensibilidad y lo que el ‘periodismo’ deportivo moderno tiene es una grabadora. Hay excepciones. Conozco algunos jóvenes interesados en explorar el pasado, en conocer la historia, aparte de leer libros como los de Eduardo Galeano, Juan Villoro, Jorge Valdano, Ángel Cappa y un periodista de la década de 1960 que nunca pasará de moda, Dante Panzeri, autor de dos libros que son magistrales: Fútbol, dinámica de lo impensado y Burguesía y gangsterismo en el deporte. Panzeri era un crítico ácido, comprometido solo con la verdad. Por eso lo echaron de El Gráfico, revista que en una época apoyó a la dictadura militar argentina y al gangsterismo grondonista.
Pero volvamos al clásico. ¿Qué es lo que vimos? Una sola llegada al arco malograda en doble ocasión por un crack argentino. Dos revolcones de los arqueros. Un 85% de pases entregados al contrario. Ninguna acción inteligente que hiciera presumir que existía al menos una leve coordinación afianzada en los entrenamientos. Un concierto de pelotazos de los defensas rechazando apurados por no tener a un compañero a quien entregar la pelota; algunos mediocampistas tratando de capitalizar el rechazo y un delantero que vagaba rezando por un balón decente para intentar el gol. Lo más parecido a un encuentro entre los equipos de dos haciendas que vi hace unos 60 años, cerca de Naranjito, adonde fui invitado por don Adán Barreto, propietario de un fundo.
¿Cómo puede convencernos el periodismo adicto a quienes vivimos las eras del viejo estadio Capwell o del Modelo, de que este fútbol es mejor que el de antes? Hasta los nombres eran más sonoros. Gritar ¡Chuchuca! no es lo mismo que hacer barra a Blanco. Raffo es leyenda que no llegará a serlo jamás Emmanuel Herrera. Cuando mi maestra de primer grado, doña Noemí Vallejo de Miranda, me enseñó a leer, yo devoraba las páginas deportivas de EL UNIVERSO para aprender de memoria las alineaciones. La de barcelona que forjó la idolatría: Romo; Benítez, Sánchez y Solís; Jorge Cantos y Montalván; Jiménez, Enrique Cantos, Sigifredo Agapito Chuchuca, José Pelusa Vargas y Guido Andrade. O la de Emelec con Tarzán Torres; Eladio Leiss y Guamán Castillo; el Chinche Rivero, Moscovita Álvarez y Chento Aguirre; Puñalada Villacrés, Júpiter Miranda, el Chivo Jiménez, Atilio Tettamanti y Juan Avelino Pizauri.
El escritor colombiano Daniel Samper Pizano afirma que recordar una alineación tiene “la secreta ternura de un arte escondido”. Los jóvenes de hoy no tendrán el placer que nosotros, los viejos aficionados, sí disfrutamos. Era fácil, solo bastaba un poco de memoria. Un arquero, tres defensas, dos volantes y cinco delanteros. Hoy es imposible. Los grandes falsificadores del fútbol, los técnicos, imponen que hoy jueguen un arquero, cinco defensas, cuatro volantes de “corte” (tratar de cortar las extremidades adversarias) y un delantero. Una semana después pondrán un arquero, tres defensas, dos carrileros, cuatro volantes de marca (como a los bueyes, hay que “marcar” al adversario) y un delantero. ¿Cómo memorizar tan estrafalarias formaciones?
¿Cómo puede convencernos el periodismo adicto a quienes vivimos las eras del viejo estadio Capwell o del Modelo, de que este fútbol es mejor que el de antes? Hasta los nombres eran más sonoros. Gritar ¡Chuchuca! no es lo mismo que hacer barra a Blanco. Raffo es leyenda que no llegará a serlo jamás Emmanuel Herrera. Cuando mi maestra de primer grado, doña Noemí Vallejo de Miranda, me enseñó a leer, yo devoraba las páginas deportivas de EL UNIVERSO para aprender de memoria las alineaciones. La de barcelona que forjó la idolatría: Romo; Benítez, Sánchez y Solís; Jorge Cantos y Montalván; Jiménez, Enrique Cantos, Sigifredo Agapito Chuchuca, José Pelusa Vargas y Guido Andrade. O la de Emelec con Tarzán Torres; Eladio Leiss y Guamán Castillo; el Chinche Rivero, Moscovita Álvarez y Chento Aguirre; Puñalada Villacrés, Júpiter Miranda, el Chivo Jiménez, Atilio Tettamanti y Juan Avelino Pizauri.
El escritor colombiano Daniel Samper Pizano afirma que recordar una alineación tiene “la secreta ternura de un arte escondido”. Los jóvenes de hoy no tendrán el placer que nosotros, los viejos aficionados, sí disfrutamos. Era fácil, solo bastaba un poco de memoria. Un arquero, tres defensas, dos volantes y cinco delanteros. Hoy es imposible. Los grandes falsificadores del fútbol, los técnicos, imponen que hoy jueguen un arquero, cinco defensas, cuatro volantes de “corte” (tratar de cortar las extremidades adversarias) y un delantero. Una semana después pondrán un arquero, tres defensas, dos carrileros, cuatro volantes de marca (como a los bueyes, hay que “marcar” al adversario) y un delantero. ¿Cómo memorizar tan estrafalarias formaciones?
Los clásicos que yo viví eran duelos llenos de fervor. Siempre recuerdo el primero que atestigüé, jugado el 3 de octubre de 1953. Barcelona ganó 1-0 con gol de un chiquillo de 17 años. No había necesidad de obligar a los clubes a poner un juvenil. La clase superaba cualquier reglamentación. El autor del gol fue Clímaco Cañarte, quien había debutado una campaña antes, a los 16 años, con el difícil encargo de sustituir al inolvidable Guido Andrade.
El Capwell se llenaba hasta las banderas. Los nombres atraían: Pablo Ansaldo, Carlos Pibe Sánchez, Carlos Alume, Veinte Mil Solórzano, Chalo Salcedo, Pajarito Cantos, Chuchuca, Simón y Clímaco Cañarte. En Emelec, ni se diga: Cipriano Yulee, Jaime Ubilla, Raúl Argüello, Bolívar Herrera, Jorge Caruso, el Loco José Vicente Balseca, Mariano y Jorge Larraz y Júpiter Miranda.
Nadie podrá olvidar aquel Clásico que ganó barcelona 5-3 el 31 de julio de 1955. El Pibe Jorge Larraz marcó a los 4 minutos y Salcedo empató a los 8m. Júpiter adelantó a Emelec a los 15 y otra vez Salcedo empató a los 19m. Chuchuca marcó a los 37m y Júpiter puso el empate a los 40m. En el segundo tiempo Chuchuca y Simón Cañarte anotaron los goles del triunfo 'torero'.
Los emelecistas recuerdan siempre aquel clásico del 29 de octubre de 1961, en el Modelo, cuando barcelona pretendía dar la vuelta olímpica, pues se había clasificado campeón del torneo de Asoguayas dos fechas antes de terminar el torneo. Aquel día Emelec le aguó la fiesta a los canarios al vencerlos por 3-2, goles del Loco Balseca a los 15 minutos; Vicente Lecaro de penal a los 21m; otra vez Lecaro a los 25 de tiro libre; de Raffo a los 35m y del Maestrito Raymondi a los 86m.
Hay docenas de clásicos del Astillero que son históricos, pero hace casi dos décadas que no vemos uno que valga la pena. La exagerada mercantilización y la pérdida del compromiso para con la divisa, parecen haber matado la gran fiesta.
El Capwell se llenaba hasta las banderas. Los nombres atraían: Pablo Ansaldo, Carlos Pibe Sánchez, Carlos Alume, Veinte Mil Solórzano, Chalo Salcedo, Pajarito Cantos, Chuchuca, Simón y Clímaco Cañarte. En Emelec, ni se diga: Cipriano Yulee, Jaime Ubilla, Raúl Argüello, Bolívar Herrera, Jorge Caruso, el Loco José Vicente Balseca, Mariano y Jorge Larraz y Júpiter Miranda.
Nadie podrá olvidar aquel Clásico que ganó barcelona 5-3 el 31 de julio de 1955. El Pibe Jorge Larraz marcó a los 4 minutos y Salcedo empató a los 8m. Júpiter adelantó a Emelec a los 15 y otra vez Salcedo empató a los 19m. Chuchuca marcó a los 37m y Júpiter puso el empate a los 40m. En el segundo tiempo Chuchuca y Simón Cañarte anotaron los goles del triunfo 'torero'.
Los emelecistas recuerdan siempre aquel clásico del 29 de octubre de 1961, en el Modelo, cuando barcelona pretendía dar la vuelta olímpica, pues se había clasificado campeón del torneo de Asoguayas dos fechas antes de terminar el torneo. Aquel día Emelec le aguó la fiesta a los canarios al vencerlos por 3-2, goles del Loco Balseca a los 15 minutos; Vicente Lecaro de penal a los 21m; otra vez Lecaro a los 25 de tiro libre; de Raffo a los 35m y del Maestrito Raymondi a los 86m.
Hay docenas de clásicos del Astillero que son históricos, pero hace casi dos décadas que no vemos uno que valga la pena. La exagerada mercantilización y la pérdida del compromiso para con la divisa, parecen haber matado la gran fiesta.