sábado, junio 13, 2009
Vivamos el Clásico del Astillero SIN VIOLENCIA
Todos sabemos que, a pesar de todo lo malo, hay mucho más en juego que 3 simples puntos. Por un lado, se espera que Emelec, el equipo con más refuerzos contratados para esta temporada, corrija los errores que aún existen en su juego colectivo, cuya mejoría es, sin duda, evidente despues del mal inicio de temporada. Mientras que las barcelocas se ponen de rodillas para que se les de el milagro de que sus paquetes viejos y jóvenes (liderados por un ex-jugador fracasado al que su desesperada dirigencia convirtió en DT de última hora), empiecen a servir para algo más que dar pena.
La expectativa crece aún más cuando varios medios de prensa han informado en los últimos días que, una vez concretada la salida del "gamberro" que dirigía a las barcelocas (en vista de que no sirvió para nada mas que para pelear e insultar a la prensa), el Clásico del Astillero sería el punto de partida para que algunos otros paquetes, especialmente extranjeros, abandonen el basurero al que llegaron hace poco, en medio de bombos, platillos y la acostumbrada novelería de las barcelocas. ¿Podría dársele tal importancia y trascendencia a cualquier otro partido en este país?
Eso y mucho mas provoca la exaltación en las hinchadas de Emelec y de la basura, lo cual se manifiesta en los tradicionales pronósticos, jodas, bromas pesadas, e incluso, los intrascendentes (por la poca importancia que tienen en realidad) insultos.
¿Pero por qué pasar de la simple diferencia de opinión entre hinchadas, a amenazas absurdas como esta?:
Especialmente viniendo de un hincha novelero de una desgracia de equipo que no juega a nada y que, para rematar, cuenta con la peor hinchada del país:
Que se divierte profiriendo amenazas, y tratando de parecer valientes, cuando su realidad es que se la pasan empiernados con la policía, para sentirse protegidos y poder correr cuando hay peligro.
Bueno, ¿qué más se podría esperar de la hinchada del barcecopia? Por culpa de esa gente es que hemos tenido que lamentar desgracias como el asesinato de Carlos Cedeño. Ese tipo de sucesos, que tiñen innecesariamente de sangre al único Clásico nacional, no pueden repetirse.
Por eso hacemos un llamado a toda la hinchada de Emelec, y a las barcelocas que nos visitan en la víspera del primer gran Clásico del Astillero, a que sigamos alentando a nuestros equipos con toda nuestra fuerza, con nuestra voz, con cánticos y con todo el corazón, sin olvidar que más allá de las jodas, los insultos y las diferencias entre nosotros, todos somos seres humanos; y que, pese a todo lo que Emelec y barcecopia se están jugando en este Clásico, y pese a toda la importancia que estos encuentros deportivos han tenido siempre, TAN SOLO ES FÚTBOL. No permitamos que nadie lo convierta en una guerra, ni lo haga parecer tal cosa. Las consecuencias podrían ser fatales.
Este blog, como siempre, sigue totalmente abierto a la opinión, comentarios y pronósticos de todos quienes quieran participar, siempre y cuando su participación no incluya ningún tipo de amenaza ni incitación a la violencia. Estos mensajes serán eliminados, y sus autores, bloqueados. No permitamos que el odio injustificado ni la estupidez de algunas personas convierta a nuestro tan esperado Clásico del Astillero en un peligro para las dos hinchadas con mayor presencia en todo el país.
Para terminar, lean esta interesante reflexión sobre la violencia en los estadios de nuestro país, publicada hace pocos días en el vespertino Últimas Noticias, a propósito de un hecho de sangre ocurrido en un estadio de Quito. Ojalá este tipo de malas noticias no vuelvan a empañar la pasión del Clásico del Astillero.
Pasión y no violencia
No hay duda que el fútbol despierta en muchos de nosotros emociones increíbles. Es un deporte que involucra trabajo en equipo, habilidad, fuerza, estrategia, entrega, picardía y espectáculo.
Hay cierta magia, cierta química que nos identifica con los colores de la camiseta.
Se mezclan en la sangre los recuerdos de la infancia, los lazos familiares, la historia, los amigos, los héroes, y entonces somos parte.
Ganamos, perdemos, nos llenamos de euforia al ver las hazañas del equipo. Las vivimos como conquistas nuestras. Nos entristecemos cuando las cosas no salen y hasta sufrimos.
Las ansias antes de cada partido se alivian con el grito de gol. Y cuando este no llega, están las barras, los chistes y los panas.
Cuánta adrenalina que, en medio del trajín cotidiano, puede ser un buen desfogue en medio de tanto estrés. Lo triste es que, como toda pasión humana, la que despierta este deporte también puede convertirse en pretexto para descargar, no solo el estrés, sino la violencia que llevamos dentro.
Cuando el latir por nuestro equipo se nos va de control, bien puede hacernos perder la noción de la realidad.
El equipo contrario no solo es el rival, es el enemigo. Sus hinchas, la encarnación misma de lo más detestable que hay. El partido, el campo de batalla.
Los sentimientos nobles de pertenencia se van transformando en ínfulas de odio. En ese punto, se acabó el fútbol. ¿Qué tiene que ver, sino, la consecución de un campeonato con hinchas apuñalados afuera de un estadio? Nada.
Las agresiones cobardes que pasan a ser rituales y pruebas que superar al iniciarse como integrantes de barras bravas nada tienen que ver con el rey de los deportes. Eso es vandalismo. Y ante esos hechos denigrantes, las reacciones aguerridas de los compañeros que se devuelven en igual o mayor tono, lo mismo. Injustificables. Hay una línea delgada entre la pasión y la violencia.
Para no dejarnos envolver en esta última, regresemos la mirada al deporte.